
La naturaleza es belleza en estado puro. Sir David Attenborough consigue que, aún encedrrados en un auditorio consigamos ver esa belleza.
No tenemos ni idea hasta que llega, te sienta, se sienta, y te suelta que es un hombre lobo. Claro, es posible que los macarrones le gusten igual que a ti, y hasta resulte buen amo de casa, pero luego llega la hora de la verdad y surgen los problemas... esta es una guía desde la experiencia, para aquellos que no aguantan sus filetes poco hechos, sus comentarios sardónicos ni sus aullidos a media noche. Paciencia, es más sencillo de lo que parece.
Una cuestión de honor
“Por mi honor…” Mi profe de lengua no paraba de repetir eso, eso y lo de que Shakespeare puede no haber sido el autor de las obras de Shakespeare, me declaro, en ese caso, defensora del honor de William, y del talento de Cristopher Marlow.
“Ya no se sabe lo que es el honor…” oigo a veces, creo que es mentira y trato de defender el mío. Ya no se trata de vengar la muerte de tu padre o permanecer virgen hasta el matrimonio, ahora son otras cosas, como una promesa, las promesas hay que cumplirlas, supongo que eso siempre ha sido una cuestión de honor.
“¿Y la chica debe dar el primer paso?” esa es una idiotez que oigo preguntar a veces, en mi caso la problemática empieza cuando no conoces a la otra persona, o no tienes una excusa para acercarte a ella, no me gusta sentir que me meto como una cuña entre dos piedras (o más bien como una cuña en la grieta previamente hecha de una piedra).
He tratado de defender mi honor, con uñas y dientes… aunque ahora se ha hecho más difícil porque no sabemos que es ni de que va.
Amor, a ti me venh’ora queixar
de mia senhor, que te faz enviar
cada u dórmio sempre m’espertar
e faz-me de gran coita sofredor.
Pois m’ela non quer veer nen falar,
que me queres Amor?[1]
Este queixume te venh’or dizer[2]:
que me non queiras meu sono tolher[3]
pola fremosa de bon parecer
que de matar home sempr’ha sabor.
Pois m’ela nenhum ben quiso fazer,
que me queres Amor?
Amor, castiga-te d’esto, por én
que me non tolhas meu sono por quen
me quis matar e me teve en desden
e de mia sorte será pecador.
Pois m’ela nunca quiso fazer ben,
que me queres Amor?
Amor, castiga-te d’esto, por tal
que me non tolhas meu sono por qual
me non faz ben e sol me faz gran mal
e mi-o fará, d’esto son jolgador.
Poi-lo seu ben cedo coita mi val,
A vós, Dona abadessa,
de min, Don Fernand’Esquio,
estas doas vos envio,
porque sei que sodes essa
dona que as merecedes:
quatro caralhos franceses,
e dous à prioressa.
Pois sodes amiga minha,
non quer’a custa catar,
quero-vos ja esto dar,
ca non tenho al tan aginha:
quatro caralhos de mesa,
que me deu üa burguesa,
dous e dous ena bainha.
Mui bem vos semelharan,
ca sequer levan cordões
de senhos pares de colhões;
agora vo-los daran:
quatro caralhos asnaes,
ëmanguados en coraes,