Deep forest green

Are you going to Scarborough fair, parsley sage rosemary and thyme?
Remember me to the one who lives there, she once was a true love of mine.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Soñar con nieve.

Estás asustada. Estás asustada y gritas. Estabas soñando y no lo sabías. Pensabas que era real, que el lobo estaba muerto. El lobo estaba muerto por el frío. O las palas. O el fuego. Algo que no puedes controlar y el lobo está muerto.
 La sangre todavía humea. Bueno, es el vapor, es el calor en el frío.

El problema, el problema real es que no pudiste ver qué había sucedido. Ni evitarlo ni presenciarlo. Cuando llegaste ya estaba muerto. El lobo estaba muerto. Tu buscaste al otro chico, pero no le encontrabas. Claro que no, si no estaba allí, y tu tampoco deberías estar allí.
¡Vete! ¡Vete antes de que vuelvan y descubran que estabas de su parte!
Ha sido el frío, o las palas. O las dos cosas a la vez.
Entonces despiertas, cojes el teléfono y marcas un número que ya te sabes de memoria.
-Feliz navidad, eh.
-Todo bien?
-Si. Con los míos todo bien.
-Feliz navidad.

martes, 18 de diciembre de 2012

Obturador

Todos enfermamos a veces. Incluso los lobos, aunque sus males difieren en lo más elemental, en tanto que su ADN se ha visto alterado con una simple y a la vez terrible mutación.

Adrián cuando estaba enfermo se volvía tierno, y resultaba tan extraño como pardójico. Un resfriado común podía convertirlo en el ser más adorable de la tierra,una mezcla entre el osito de mimosín y Lasie. Un ser único. Al mismo tiempo podía producirle graves complicaciones físicas, como terribles dolores de cabeza nocturnos (sí, solamente nocturnos) que lo alientan a transformarse aunque sabe que no puede. 
A veces, si tiene gripe, no puede mover los dedos. Se quedan secos en forma de garra como los de  un anciano de 100 años derrotado por la artritis.
Afortunadamente sus enfermedades suelen durar un día más o menos, pero es un día largo y lleno de dolor. Al tiempo que espeluznantemente dulce. 
Puede ser el miedo. El hombre lobo enfermo no necesita cariño, necesita sus drogas. Las que él compra y consigue por sus medios, las necesita como el agua, mezcladas con agua y ron (porque el ron es una bebida asociada a las américas, y el hombre lobo común es un ser eminentemente europeo). Todo lo demás está fuera de lugar.

Un día Adrián necesitaba un beso.

-Duerme. Gabi vendrá más tarde con tu...
-No quiero dormir.
-Claro que quieres. Lo que pasa es que tienes la mollera tan dura como un trozo de pan rancio. Cállate y duerme.
-No seas dura.
-Estás enfermo.
-¿Y qué?
Y durante un segundo su expresión se volvió fiera. No habría podido recordarlo, no habría podido lo suficiente como para describirlo. Fue la clase de momento que sólo se caza con un obturador rápido.
Abrí la puerta.
-Estás mejorando.
Adrián refunfuña.
-Por favor.- dice.
-Te arrepentirías. ¡Gabriel! Trae el maldito ron.
Suele funcionar. Pueden dormir horas seguidas sin un mal sueño.
- Si le sigue dando tan fuerte en primavera un día de estos se te va a declarar.
-Si lo hace estando enfermo le doy una torta. Puedes apostar a que sí.
Gabriel sonríe.
-¿Y si lo hace sano?
-Nunca está sano. Y nunca lo haría.


Una vez al mes, en lo que dura uno de esos momentos de obturador, todos dudamos de esa afirmación.


domingo, 16 de diciembre de 2012

Ni la plata.

Los lobos no lloran. No al menos en su forma humana. Adrián no lloraba jamás. Nunca. Ni con rabia ni con tristeza, ni por compasión ni de alegría ni de emoción. No lloraba de impotencia, no lloraba por el dolor de las heridas. Todo lo aguantaba gritando y callando. Todo era seco. Al menos en forma humana. 
 Un día dijo que se había visto llorar estando de lobo, de refilón en un metal. Que tenía las manos húmedas al despertar. Las lágrimas de hombre lobo podrían ser un veneno muy potente para redimir a tus hermanos y hacer rendirse a tus enemigos. Pero ¿quién se atreve a coger las lágrimas de las mismas mandíbulas de la bestia? 


-Ari, ayer volví a llorar.
-¿Cómo lo sabes?- Digo, mientras le acaricio el pelo.
-Sabía salado. Sólo salado. Soy acero.
-Eres acero, que cortas
-Lo siento.- Dice, mientras pasa los dedos por el hematoma de mi abdomen.
-Puede que algún día alguien haga preguntas.
-Lo siento.
-No llores.- Le digo en tono burlón.
-El mes que viene me acordaré de esto y lo haré.

Él quiere llorar y no puede. Al revés que cuando era niño. Me palpa los brazos y los hombros, las manos y los pies.
-Estás fría.
-Soy acero.
-No.-Meditó unos instantes.- Eres plata pura.

¿Qué querría decir? Ni la plata hace llorar al hombre lobo.